Las golondrinas no suelen detenerse por mucho tiempo en ninguna parte. Migran con las estaciones huyendo del frío, en busca de lugares más cálidos donde puedan encontrar también más abundante comida. Su vida errante ha venido a representar lo efímero. Gustavo Adolfo Bécquer, hablándole al amor que se fue y no volverá, escribió sus famosas Golondrinas:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres....
¡esas... no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
así... ¡no te querrán!
E Ismael Enrique Arciniegas termina su poema A solas de esta manera:
Hace tiempo se fue la primavera...
¡Llegó el invierno fúnebre y sombrío!
Ave fue nuestro amor, ave viajera,
¡y las aves se van cuando hace frío!
Las golondrinas entonces se convirtieron en una representación del amor pasajero; del amor que el ser humano anhela que permanezca para sentir calor en el invierno, pero se va y deja un vacío tan profundo que ninguna chimenea logra calentar el corazón.
¿Acaso no deseamos todos ardientemente un lugar donde la golondrina se quede a vivir? ¿Uno donde las aves no tengan que huir del frío ni en busca de comida? ¿Uno tan seguro que seamos aceptados como somos y el amor, ese que tanto hemos ansiado y se nos ha escapado, jamás se agote?
Bueno, hay un lugar donde la golondrina paró; un sitio donde el ave viajera hizo su casa, construyó su nido y crió a sus polluelos; un lugar donde el amor jamás va a escaparse y se quedará para siempre: la presencia de Dios.
Aquel que creó este universo con todo su poder también quiere acercarse a nosotros. Ha hecho todo por ganarse nuestro amor. Ofreció la vida de su Hijo por amor. Y una vez aceptemos su propuesta de acercarnos a Él, no nos va a soltar. No se va a ir. Su amor será tan cálido que tampoco nosotros tendremos que huir jamás. Y como Él no se va a ir, sabremos que durará para siempre. Si aun la golondrina tiene allí su hogar, también nuestra alma podrá hallar la paz.
¡Cuán preciosas son tus moradas, oh Señor de los ejércitos!
Anhela mi alma, y aun desea con ansias los atrios del Señor.
Aun el ave ha hallado casa,
y la golondrina nido para sí donde poner sus polluelos:
¡tus altares, oh Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío!
¡Dichosos los que moran en tu casa!
Salmo 84:1-4
Eso fué una carícia para el alma y una certeza para nuestro espíritu, el amor de Dios por nosotros es el mísmo para siémpre sin importar que como golondrinas a veces nosotros nos alejamos del cálido verano que Sus brazos nos da.
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Nada más tierno y amoroso que Su Palabra y más seguro que Su confortable presencia, románticamente expresado en este blog.
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