Inferencia de teísmo a partir de la ciencia

Hace varios meses escribí una entrada llamada Stephen Hawking: ¿Un universo generado por leyes? en la cual argumentaba que el Big Bang sugiere con mucha fuerza la existencia de Dios. En esta entrada quiero continuar con una idea más fuerte aún. La evidencia de la ciencia no solo sugiere que Dios existe, sino que otros descubrimientos recientes se avienen más con una perspectiva teísta que con una deísta. Para tal propósito se harán necesarias varias definiciones y precisiones preliminares.

La primera de ellas es aclarar que no se trata de una demostración de la existencia de Dios, no al menos en el sentido más matemático de certeza epistemológica. Por eso se usó intencionalmente en el párrafo anterior el verbo sugerir. Sin embargo, la información es tan abundante que, a juicio del autor, concluir que Él existe no conlleva a un salto en el vacío sino, a lo sumo, a un paso menos que incómodo en un suelo desnivelado. Y en ese suelo veo mayor posibilidad de tropiezo para el ateo o el agnóstico que para el teísta o deísta.

Vale la pena entonces en este párrafo hacer una distinción de estos últimos cuatro términos. Ateo es quien no cree en la existencia de Dios. Agnóstico es quien cree que no existe evidencia ni a favor ni en contra de la existencia de Dios. Deísta es quien cree que Dios existe, pero es un ser desentendido del universo. Teísta es quien cree en la existencia de Dios y que Él interactúa con el universo.

Así pues, en la anterior entrada sobre Hawking se dieron las bases de lo que podría ser uno de los argumentos científicos más fuertes en contra de la no existencia de Dios. A los razonamientos de este tipo se les suele llamar argumentos cosmológicos para la existencia de Dios. No constituyen una nueva forma de argumentación, pero desde que conocimos de la ocurrencia del Big Bang es mucho más fácil sustentarlos y esgrimirlos. Más aun, el Big Bang hace conceptualmente complicado y casi insostenible el ateísmo e incluso quita prácticamente todo soporte epistemológico al agnosticismo. Luego, si consideramos lo anterior con seriedad, vemos las opciones reducidas a dos posibilidades: teísmo o deísmo, y entre estas dos opciones parecería que la ciencia se inclinara más a favor del teísmo que del deísmo por dos desarrollos científicos recientes: la física cuántica y la teoría de la información. A continuación intentaré explicar esta afirmación.

Resultados conocidos de la física cuántica nos permiten saber que las partículas elementales no poseen propiedades intrínsecas sino que tales propiedades solo existen de manera relativa: dependen de que haya un observador. De hecho, suponer lo contrario, que las propiedades de las partículas son inherentes a ellas, lleva a contradicciones matemáticas insalvables. Por tal razón —porque las matemáticas son coherentes y se ajustan a la realidad— los físicos han concluido que ciertas propiedades importantes de las partículas (de la materia) solo existen cuando las partículas pueden observarse, que tales propiedades son relativas a la observación y por ende al agente observador (el lector interesado puede encontrar una explicación más rigurosa de este hecho aquí).

Puesto que cualquier forma de vida en el universo estaría compuesta por las partículas que en este habitan, es obvio que ni los seres humanos ni ninguna otra posible forma de vida en el universo pueden ser los observadores de estas partículas desde su inicio (las partículas de las que estamos compuestos existen mucho antes que nosotros). La teoría requiere un observador externo al universo capaz de determinar las propiedades de tales partículas. Y en este acto (hay una acción) de observar es donde se evidenciaría una interacción de tal agente externo con nuestro universo. Los cristianos consideran de manera natural que tal agente es Dios (aunque no se necesita ser cristiano para suponerlo así), luego su interacción con el mundo, su acto de observarlo, se constituiría en una fuerte prueba de teísmo.

De otro lado, está la teoría de la información. El primero en sistematizar una teoría de la información fue Claude Shannon mientras trabajaba en los laboratorios Bell; pero la teoría de la información ha alcanzado nuevos niveles, más allá de Shannon, al punto de considerar hoy la información parte fundamental de la naturaleza, como la materia y la energía. Más aun, se considera que la información es la que da orden a la materia y a la energía (suele decirse que la materia es como el hardware y la información como el software) y que es entendible, como un idioma que se aprende a hablar. Einstein decía que lo más incomprensible del universo es que es comprensible (esto es, que hay información estructurada). El astrónomo Guillermo González ha mostrado en un libro llamado The Privileged Planet [El planeta privilegiado] que las mismas condiciones que hacen habitable la tierra —por su posición en el universo, la vía láctea y el sistema solar, y por el momento de la historia universal— también la hacen estudiable; más aun, González argumenta que difícilmente podría haber existido vida compleja, como la humana, en otro momento de la historia. Es decir, el universo parece estar diseñado para que lo pudiéramos entender en el momento breve de la historia universal en que íbamos a existir los humanos en la tierra. González muestra que en otra posición y tiempo ni habríamos podido existir ni habríamos podido entender el universo.

Tal capacidad de estudiar el universo, de entenderlo, justo en este momento sugiere que hubo un diseñador que intencionalmente quiso dejarnos las instrucciones para comprenderlo. Una vez más, un concepto completamente acorde con el cristianismo. A juicio de quien esto escribe, esa información, en el lenguaje de la ciencia, es un manual de instrucciones de cómo funciona este producto llamado universo y que permite entender en algo al diseñador; por lo menos nos deja claro que se trata de un ser inteligentísimo, dada la complejidad de este universo en el que vivimos y la precisión que se requiere para su funcionamiento. La cosmología parece estar descubriendo hoy las notas del Salmo 19 que David escribió hace tantos miles de años: «Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos». En esa información hay comunicación, un acto de comunicar, lo cual sugiere muy fuertemente que, más que deísmo, hay teísmo.

De esta manera, la información y la física cuántica, además de permitirnos entender un poco más este mundo, nos permiten también entender desde la ciencia que el teísmo no está tan lejos de las conclusiones científicas como pudiera pensarse. El agnosticismo es una forma sana y honesta de comenzar a razonar, pero una vez se acumula evidencia contundente a favor de una de las dos posturas, debe ir haciéndose a un lado para dar paso a la evidencia dondequiera que ella lleve; lo contrario sería deshonestidad intelectual. Así, los pasos desde el agnosticismo hasta aceptar la existencia de Dios y luego el teísmo no parecen saltos al vacío sino avances en tierra firme, gracias a la herramienta de la ciencia.

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